Sin embargo, antes de entrar en el texto, quizás deberíamos detenernos para reflexionar sobre algunas consideraciones generales. Estamos acostumbrados a contemplar a Jesucristo como Aquel que nos habla de parte de Dios y que es la viva imagen de Dios mismo. No nos sorprende nada que Jesús sea el Verbo. Estamos también acostumbrados a contemplarle como el Redentor que nos ha comprado al precio de su sangre; o como el Señor, el encargado de la casa de Dios, el Rey de la nueva tierra. Pero ¿hasta qué
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